miércoles, 22 de agosto de 2012

LOS TEMPLARIOS



                                                        LOS TEMPLARIOS


            Hacia 1118, tras la conquista de Jerusalén en la primera cruzada, es proclamado rey Balduino I. La tradición religiosa de las peregrinaciones durante la Edad Media hizo que el flujo que hasta entonces se dirigía a Santiago de Compostela y Roma, derivara ahora hacia los Santos Lugares.  Estos nuevos destinos no estaban exentos de peligros, como salteadores de caminos o fuertes tributos de los señores locales. Para proteger a estos peregrinos y a falta de recursos del recién erigido rey de Jerusalén, se crea la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, de ahí lo de templarios. Esta organización se mantuvo activa durante poco menos de dos siglos y su fundación se debe a  nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens.
            En un principio es reconocida por el Patriarca de Jerusalén y tras el concilio de Troyes, por la Iglesia Católica en 1129.
             Algunos integrantes de la Orden viajaron, encabezados por Hugo de Payens, por Francia primero y por el resto de Europa después, recogiendo donaciones y alistando caballeros en sus filas. Se dirigieron primeramente a los lugares de los que provenían, con la seguridad de su aceptación y asegurándose cuantiosas donaciones. En este periplo consiguieron reclutar en poco tiempo una cifra cercana a los trescientos caballeros, sin contar escuderos, hombres de armas o pajes.
            El apoyo que en Europa les concedió el abad San Bernardo de Claraval, (primo por parte de madre de Hugo de Payens) hombre de gran carácter, cuyo saber e independencia eran admirados en muchas partes de Francia y en la propia Santa Sede, fue un fuerte espaldarazo para la Orden.  Reformador de la Regla Benedictina, aconsejó a los templarios una regla rígida  que les hiciera aplicarse a ella en cuerpo y alma.
            Unos cincuenta años después de su fundación, los Caballeros de la Orden del Templo se extendían ya por tierras de lo que hoy es Francia, Alemania, el Reino Unido, España y Portugal. Esta expansión territorial y las numerosas donaciones contribuyeron al enorme incremento de su riqueza, que pronto no tuvo igual en todos los reinos de Europa.
            Tuvieron una destacada actuación en la segunda cruzada, protegiendo al rey Luis VII de Francia en las derrotas que éste sufrió a manos de los turcos. Saladino les hizo retroceder en Tierra Santa tras la batalla de los Cuernos de Hattin.  Éste les infligió una tremenda derrota, en la que cayó prisionero el Gran Maestre de los templarios Gérard de Ridefort y perecieron muchos de sus caballeros, aparte de las bajas hospitalarias.  Saladino tomó posesión de Jerusalén y terminó de un manotazo con el Reino. Sin embargo, la presión de la Tercera Cruzada y, sobre todo, el buen hacer de Ricardo I de Inglaterra (llamado Corazón de León) lograron de Saladino un acuerdo para convertir a Jerusalén en una especie de "ciudad libre" para el peregrinaje.        En 1291 tuvo lugar la Caída de Acre con los últimos templarios luchando junto a su Maestre, Guillaume de Beaujeu, lo que constituyó el fin de la presencia de los cruzados en Tierra Santa, pero no el fin de la Orden, que mudó su Cuartel General a Chipre.
            En España comienza su implantación en el reino de Aragón y tanto allí como en Castilla ayudaron a la repoblación de zonas conquistadas por los cristianos, creando asentamientos en los que edificaban ermitas bajo la advocación de mártires cristianos.
            Ante la invasión almohade, los templarios lucharon en el bando cristiano, venciendo junto a los ejércitos de Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212). En 1265, colaboraron en la conquista de Murcia, que se había levantado en armas, recibiendo en recompensa Jerez de los Caballeros, Fregenal de la Sierra, el castillo de Murcia y Caravaca.
            El final de la Orden se precipita cuando uno de los reyes que depositó sus riquezas en manos de los templarios, el rey Felipe IV "El Hermoso" de Francia; con el tiempo acaba debiéndole a la orden tanto, que queriendo recuperar su fortuna y ambicionando también las demás riquezas que poseían, organizó un proceso inquisitorial en su contra apoyado por su maquiavélico canciller Guillermo de Nogaret; juntos planearon la caída de los templarios en 1309 tal vez también sintiéndose amenazados por el poder militar de la orden. Fue el papa Clemente V el que consintió que los templarios fueran acusados de herejes y encerrados para posteriores torturas que confirmaran las acusaciones. Como es bien sabido, en muchos de estos procesos o en la mayoría, se acostumbraba torturar a los acusados hasta que dijeran la verdad, y después se les torturaba más para purificar con dolor su alma. Las acusaciones principales eran la adoración de ídolos y sodomía, Las demás acusaciones eran menores. Bajo el poder de poderosas torturas los inquisidores obtuvieron las respuestas que querían, es decir que los templarios confesaran que las acusaciones eran ciertas.
            Aunque el Papa Clemente V intentara en su fuero interno evitar la condena a los templarios, su debilidad frente a Felipe IV de Francia hizo que continuara con el proceso de disolución de la Orden. A raíz de ésta los templarios fueron dispersados. Sus bienes fueron repartidos entre los diversos Estados y la Orden de los Hospitalarios. En la Península Ibérica pasaron a la corona de Aragón en el este peninsular, de Castilla en el centro y norte, de Portugal en el oeste y a la Orden de los Caballeros Hospitalarios; si bien tanto en un reino como en otro surgieron diversas órdenes militares que tomaron el relevo a la disuelta, como la Orden de Santiago, la de Montesa (en Aragón), la de Calatrava o la de Alcántara, a las que se concedió la custodia de los bienes requisados.






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