viernes, 17 de junio de 2011

ISABEL, LA REINA. EL SABOR DE LAS CEREZAS.

TÍTULO: ISABEL, LA REINA (3ªparte) EL SABOR DE LAS CEREZAS
AUTORA: ÁNGELES DE IRISARRI



           Esta tercera parte de la trilogía continúa con la vida de sus principales protagonistas.
         De las dos marquesas de Alta Iglesia, Dña. Juana entra en el convento de las Clarisas de Tordesillas donde pasados los años será priora con fama de santa y apartada por su voluntad del mundo exterior al convento, incluida su familia. Dña. Leonor acaba reconciliándose con su marido D. Andrés Gil de Torralba que sirve al Rey. Acoge el nuevo matrimonio a Juanico, su hijo, y ella sirve a la Reina como intérprete de lengua árabe cuando el asedio a Granada. Anteriormente y junto con su abuela Dña. Clara, derriban con artillería el deteriorado castillo de Alaejo en busca del tesoro de D. Tello tras fracasar en su intento de encontrarlo junto a las tapias de las Gordillas en donde después de largas deducciones numéricas a las que les llevó el estudio del Corán, y ayudadas por sus sirvientas moras, trató de encontrarlo fracasando igualmente.
         María de Abando perseguida por brujería, convierte al inquisidor en perro, se casa con su antiguo novio Mingo junto al que parte para Andalucía cayendo prisionera de los moros y sirviendo a Zoraya segunda esposa de Muley Hacen. Acaba haciendo creer a Leonor que su propio tesoro es el de D. Tello, fortuna que heredará Juanico pues ella prefiere terminar sus días con el resto de sortiñas de la ría de Bilbao.
         Isabel, la Reina, con una deteriorada salud pero siempre activa en el gobierno, emprende su política matrimonial casando a sus hijas e hijo del modo más conveniente. Se interesa y atiende las demandas de Colón y se instala en Sta. Fe hasta ver la rendición de Granada. Su delicada salud y la sucesiva muerte de allegados: su hija Isabel, su nieto Miguel, su hijo Juan, el aborto de su nuera Margarita, la van postrando cada día más.
         Recae la sucesión en su hija Juana, emocionalmente inestable pero aún saca fuerzas para dejarlo todo bien atado en el testamento que dicta.
       Alguien al final de la historia, de modo científico, hace ver a la Reina que no tiene fundamento que la coloración de la Luna haya influido en nadie ni para bien ni para mal.
         Concluye aquí la historia de la gran soberana Isabel y de las otras tres mujeres que nacieron con la luna roja de Abril de 1451. Un pretexto de la autora para hacer un análisis de la época y del personaje de la reina Isabel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario